El Acoso escolar
-¿Qué es el
Bulling? Es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido
entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado en el
aula como en las redes sociales.
-¿Qué es el
Ciberbulling? Es el acoso utilizando medios electrónicos y redes sociales como
correo electrónico, mensajes de texto, mensajería instantánea, teléfonos,
móviles etc…
Estadística en España
Uno de cada cuatro
alumnos sufre en España acoso escolar.
Ante esta caprichosa elección, los más
pequeños son los más desprotegidos.
Ante esta caprichosa elección, los más
pequeños son los más desprotegidos.
El informe ha confirmado a los expertos
lo que ya sorprendió en un estudio
realizado anteriormente en la Comunidad
de Madrid. Si en 1º de
Bachillerato el acoso afecta al 11,40%
de los alumnos, en Segundo de
Primaria (niños de siete años) lo sufre
el 41,4%. A medida que el niño crece,
la posibilidades de ser blanco de sus
compañeros de pupitre disminuyen:
un 37% en 4º de Primaria, un 28,10% en
5º, un 25% en 6º, un 23% en 1º de
ESO... De esta estadísticas, los
especialistas extraen una mensaje
esperanzador (puesto que el acoso
disminuye con la edad, la escuela
socializa) y una pregunta inquietante:
¿Qué se estará viviendo en las aulas
de los niños de cinco y seis años,
demasiados pequeños como para
someterlos a una evaluación mediante
test?
Entre las buenas noticias está el hecho
de que el acoso escolar no
reproduzca el patrón de la violencia de
género, algo que algunos
especialistas temían que imperara
también en las aulas. Niños (el 24,4%
son víctimas) y niñas (21,8%) lo sufren
en igual medida. «Por lo general, los
niños acosan a otros niños y las niñas a
otras niñas», explica Piñuel.
«Aunque sí es cierto que la modalidad de
acoso y violencia escolar varía en
función del sexo. Los niños se decantan
más por la agresión física y las
amenazas directas mientras que las niñas
atacan a la víctima aislándola y
excluyéndola, intentando bloquearla
socialmente». Ser homosexual o
extranjero tampoco da más papeletas para
convertirse en blanco de los
demás. Sólo un 1% de los acosadores
eligió a su víctima «porque era
diferente».
Harán falta más estudios y una digestión
pausada de los datos par.
FASE 1:
DESENCADENAMIENTO DEL PROCESO INSTIGADOR
Uno de los primeros
tópicos que el estudio echa por tierra: el niño acosado
no es un alumno
carente de habilidades sociales, arrinconado por los
demás por ser
«gordo», «gafotas» o excesivamente tímido. El acoso puede
recaer sobre
cualquiera. «Muchos son niños absolutamente normales,
felices y
brillantes», dice Araceli Oñate. Prueba de ello es que muchas
víctimas responden
afirmativamente en los test a enunciados tan optimistas
y generosos como
«cuando pierdo en algún juego me alegro por los que
ganan» o «prefiero
salir con gente que quedarme a ver la tele».
El hecho que
desencadena el proceso de acoso sorprende por lo puntual y lo
insignificante.
Cometer un error, haberse dejado anotar una canasta crucial
como el niño de
Andalucía, orinarse delante de la clase, sacar una nota que
despunta por arriba
o por abajo o incorporarse tarde al colegio... cualquier
detalle basta para
que el agresor se fije en alguien y decida convertirlo en su
presa. Ante esta
caprichosa elección, los más pequeños son los más desprotegidos.
El informe ha
confirmado a los expertos lo que ya sorprendió en un estudio
realizado
anteriormente en la Comunidad de Madrid. Si en 1º de
Bachillerato el
acoso afecta al 11,40% de los alumnos, en Segundo de
Primaria (niños de
siete años) lo sufre el 41,4%. A medida que el niño crece,
la posibilidades de
ser blanco de sus compañeros de pupitre disminuyen:
un 37% en 4º de
Primaria, un 28,10% en 5º, un 25% en 6º, un 23% en 1º de
ESO... De esta
estadísticas, los especialistas extraen una mensaje
esperanzador (puesto
que el acoso disminuye con la edad, la escuela
socializa) y una
pregunta inquietante: ¿Qué se estará viviendo en las aulas
de los niños de
cinco y seis años, demasiados pequeños como para
someterlos a una
evaluación mediante test?
Entre las buenas
noticias está el hecho de que el acoso escolar no
reproduzca el patrón
de la violencia de género, algo que algunos
especialistas temían
que imperara también en las aulas. Niños (el 24,4%
son víctimas) y
niñas (21,8%) lo sufren en igual medida. «Por lo general, los
niños acosan a otros
niños y las niñas a otras niñas», explica.
«Aunque sí es cierto
que la modalidad de acoso y violencia escolar varía en
función del sexo.
Los niños se decantan más por la agresión física y las
amenazas directas
mientras que las niñas atacan a la víctima aislándola y
excluyéndola,
intentando bloquearla socialmente». Ser homosexual o
extranjero tampoco
da más papeletas para convertirse en blanco de los
demás. Sólo un 1% de
los acosadores eligió a su víctima «porque era
diferente».
Harán falta más
estudios y una digestión pausada de los datos para
averiguar el por qué
de las diferencias entre comunidades. Andalucía se
sitúa en la cabeza
de la lista, con un 27,7% de sus alumnos sometidos a un
acoso intenso o muy
intenso, seguida del País Vasco y Navarra (25,6%), y
Asturias y Cantabria
(23,6%). Mientras que las aulas menos conflictivas son
las aragonesas
(18,2%) y las canarias (19,1%).
FASE
2: COMIENZA EL HOSTIGAMIENTO Y EL ACOSO
El acosador ya tiene
a su víctima en el punto de mira y comienza a desplegar
sus armas para
conseguir que el resto del grupo lo demonice también. Le
pone motes, realiza
caricaturas ofensivas, le grita, le chilla o lo maltrata ostensiblemente a la
vista de todos... «Intenta que los testigos pasen a ser
participantes
activos en el proceso de acoso», explica. Algunos
colaboran en el
hostigamiento por miedo al instigador y a que éste pueda
cebarse con ellos
también. Los más simplemente se dejan llevar por el
mimetismo de la
violencia. «La mayoría se burlará de la víctima, la
estigmatizará y se
apartará de ella por el simple hecho de que todos lo
hacen», asegura
Araceli Oñate.
Un 39,40% de los
escolares estudiados por ella acosan
esporádicamente a
otros y el 3% son acosadores frecuentes o sistemáticos.
Los que ejercen la
violencia aducen la siguientes razones para hacerlo:
«Porque me
provocaron» (22,4%), «por gastar una broma» (8,6%), «para
evitar que me lo
hagan a mí» (2,9%), «por pasar el rato» (3,2%), «porque a
mí me lo hacen»
(3%)...
¿Y qué sucede con
los acosadores tras la vida escolar? Los expertos creen
que perpetúan la
violencia y la trasladan al ámbito laboral, familiar o
vecinal. Un 60% de
los niños que acosa en el colegio comete algún delito
antes de los 24
años.
FASE
3: EL ASESINATO PSICOLÓGICO
El niño acosado
comienza a creer que todo lo hace mal, que es un desastre,
tiene una visión
pesimista de la vida y de los demás e incluso se inclina por
pensar que los que
lo acosan tienen razón. Se derrumba. Una de cada
cuatro víctimas dice
que lleva padeciendo esta situación «desde siempre»,
el 28% «desde que
comenzó el curso», el 25% «desde hace unos meses» y el
22% lo sufre «desde
hace unas semanas». En contra de lo que podría
pensarse, les
produce mayores daños psicológicos que le pongan un mote o
lo aíslen que
recibir una patada. Y son justamente las conductas más
dolorosas las
preferidas por los agresores: Bloqueo social de la víctima
(29,3%),
hostigamiento (20,9%), manipulación (19,9%), coacción (17,4%)...
Ante este panorama,
el niño comienza a desarrollar los primeros síntomas
de indefensión:
disminuye su rendimiento escolar, se aísla socialmente,
altera su conducta
(pánico, ataques de rabia, llanto o miedo a ir al colegio),
surge la agresividad
y los primeros incidentes con la familia, aumenta el
absentismo escolar,
se retrae... El asesinato psicológico está en marcha. Y es entonces cuando se
procede a cometer, a decir de Oñate y, uno
de los mayores
errores a la hora de intervenir. «Se busca la causa del acoso
en la víctima,
produciéndose el demoledor fenómeno de la victimización
secundaria. Se le
saca de clase para ir a ver al psicólogo, se le señala ante
sus padres o demás
compañeros como un niño difícil, insociable, agresivo,
depresivo,
hiperactivo, neurótico que presenta necesidades educativas
especiales...», explica
Oñate. Es decir: se le hunde aún más.
FASE
4: MANIFESTACIONES PSICOSOMÁTICAS GRAVES
La conclusión más
alarmante del estudio es el enorme daño psicológico que
sufren las víctimas.
Un 53% presenta síntomas de estrés postraumático
(pesadillas, ansiedad,
temblores, sudoración, flash back, pérdida de la
capacidad de
concentración...), un 54,8% presenta síntomas de depresión,
un 38% de desprecio,
un 57,2 disminución de la autoestima, un 53%
tiene una imagen
negativa de sí mismo... El 15% presenta ideas suicidas
recurrentes. «La
vida en general es una porquería», «a veces me dan ganas
de morirme», son
algunos de los ítems del test AVE (Acoso y Violencia
Escolar, TEA
ediciones 2006) que mide este riesgo en los niños afectados.
Ante tal cuadro clínico,
no es de extrañar que con frecuencia muchos yerren
en el diagnóstico y
se confunda a la víctima con un enfermo mental.
«Algunos de estos
niños, cuando los cambian de centro para tratar de
cortar el acoso,
pueden llegar a reproducir el comportamiento del agresor
en el nuevo colegio.
"Esta vez no me va a pasar porque soy yo quien va a
dar"», explica
Araceli Oñate. Es la lección que parece querer dar un
polémico videojuego
de Rockstar, protagonizado por un niño que sobrevive
a los ataques de sus
compañeros echando mano de bates de béisbol o
bombas fétidas. En
España se lanzará a finales de año.
FASE 5: EXPULSIÓN O AUTOEXCLUSIÓN
ESCOLAR
Le sucedió a la niña
apaleada en Burgos el pasado 4 de septiembre. Y al
niño de Andalucía.
La mayoría de los casos de acoso escolar se zanjan con la
salida de la víctima
del colegio. «Muerto el perro se acabó la rabia», dice
Piñuel, muy crítico
con esta práctica para la que ha acuñado el término de «síndrome de negación
institucional». «Las instituciones escolares tienden
a negar
sistemáticamente que tales violencias existan en sus centros porque
es una patata
caliente que no desean. No quieren asumir la responsabilidad
que tienen de
proteger a los niños y demasiadas veces lo que esperan de las
víctimas es que se
marchen. Es la salida más cómoda, pero la más injusta y
lesiva para el
niño». En muchos casos el cambio de colegio está aconsejado
por el orientador.
Piñuel y Oñate son
también bastantes escépticos sobre la eficacia de las
figuras que los
colegios han creado para enfrentarse al acoso: comisiones
de convivencia,
mediadores o especialistas en resolución de conflictos. «Se
le ha retirado la
autoridad al profesor para corregir y reprochar conductas
y se ha derivado en
comisiones que tardan días o semanas en decidir. El
agresor no aprende a
tiempo que su conducta es reprobable porque el
mensaje le llega 25
días después», dice Piñuel.
Los expertos son
partidarios de la creación de un Plan integral de
intervención en
materia de acoso que apueste por el protagonismo de los
profesores y les
devuelva la posibilidad de actuar inmediatamente. Durante
el curso pasado,
Piñuel y Oñate lanzaron en algunos colegios de Madrid su
propio plan. Y
parece que funciona. Pusieron en marcha lo que llamaron
«Protocolos de buen
trato», una dinámica de creación de normas de
comportamiento
contra la violencia y el maltrato que los propios alumnos
elaboran y que el
colegio asume como propias: «Todos somos un equipo»,
«no arrinconar»...
En las clases donde se ha aplicado, el acoso se ha
reducido un 60%.
Otro dato
esperanzador es que un 15,5% de los niños acosados asegure que
son defendidos por
otro compañero cuando les agreden. (Sólo el 9,6% dice
que le ayuda un
profesor y el 5,1% otro adulto). Unos héroes a decir de
Piñuel y Oñate. «Un
niño que ayuda a un excluido se convierte
automáticamente en
candidato a la marginación».
Toda esta información nos ayuda a comprender lo que sufre un chaval cuando lo acosan en el instituto o en la universidad, y lo bien que se lo pasan los acosadores de ver que otro sufre. Que no se engañen porque todo lo que hagan será un fracaso.
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